Cuando la luna ilumina mi sueño
y las estrellas me mecen dormido,
en el silencio se acalla el gemido
de los que sufren por un vano empeño.
Hallo el placer siendo libre y sin dueño.
Vago dichoso en un cielo encendido
donde se escucha tan solo el latido
de los suspiros que arrullan mi ensueño.
Mas al surgir otra vez la alborada
vuelve a romperse el encanto al perderte,
luz de mi luna y mi noche estrellada.
Siento en el pecho un susurro que advierte:
¡Sueña fliz en tu noche embrujada!
¡Sígue soñando y no temas la muerte!
Antonio Pardal Ribas.