lunes, 27 de octubre de 2014

EL ROBLE


Esta leyenda nos habla de una historia de amor que, al estilo de Romeo y Julieta, perdura hasta más allá de la muerte. En una esquina del cementerio de Codesal se yergue orgulloso un roble centenario. Dicen que tan imponente árbol sólo se sustenta en dos raíces, que se hunden por separado en la tierra para acabar abrazadas muchos metros más abajo. Has de saber que este roble es el testigo que nos queda de una historia de amor desgraciado.

En tiempos del medievo salieron de Codesal tres arrieros a buscar nuevos mercados en las tierras de Galicia, y en el valle de Verín se les dio tan bien la venta que quedaron algunos días y hasta amigos hicieron entre los mozos del pueblo. Una noche, en la que quizás bebieran alguna jarra de más, los codesalinos criticaron al Señor de Verín por oprimir a sus vasallos tributos y obligaciones que en Sanabria no se usaban. Llegó esto a oídos del Señor, que no era muy receptivo a las críticas, y con las mismas les mandó prender y aun incautarles las mulas.

Tenía el carcelero del castillo una hija, mocita y bella, que le ayudaba en sus tareas: entre otras, llevarle la comida a los arrieros presos. Date que, con el paso de los días, primero tomó amistad con ellos y, poco a poco, llegó a enamorarse del más alto, el de los ojos castaños, y fue correspondida. Cuando llegaban las fiestas, la joven oyó decir que el día de Navidad los codesalinos serían azotados, expulsados de Galicia y sus mulas y mercancías requisadas por el Señor del castillo.

Del disgusto, la moza se puso enferma y pidió permiso a su padre para retirarse antes de finalizar la cena de Noche Buena. Mas lo que hizo fue hurtar el manojo de llaves y liberar a los tres arrieros, sus mulas y sus pertrechos. Antes de partir en la oscura noche, el de los ojos castaños besó la mano de su amada y le juró lealtad hasta más allá del camposanto.

Cuando se descubre la huida, el carcelero cae en desgracia y ha de abandonar Verín, buscando refugio en los montes que le vieron nacer más allá de Valdeorras. Aun con golpes y maltratos, nunca consiguió que su hija reconociese su participación en la fuga. Un día, harto ya, la maldijo y ella partió con una cuadrilla de segadores que bajaban hacia Castilla en busca de su jornal.
Hete aquí que los segadores encuentran trabajo en Codesal y se instalan por unas jornadas. Pero es tan dura la faena, y tan grande la pena de la joven carcelera, que a los tres días allí muerta se queda. Los gallegos han de partir, en Codesal no la conocen y, mientras deciden qué hacer, sólo una vieja se encarga de apartarle las moscas con una rama de roble. Al fin deciden sepultarla en una esquina del viejo cementerio, pero nadie se acuerda de llevarle flores y uno de los mozos, con un punto de chanza, clava sobre la tumba aquella ramita de roble.

A los pocos días, el arriero de los ojos castaños regresó a Codesal de uno de sus viajes. Cuando le cuentan la historia, conoce que hablan de su amada y, postrado sobre la tumba, la llora con amargas lágrimas. Después ingresó en un monasterio y llevó vida de santo hasta el momento de su muerte.

Y fueron sus lágrimas, amigo lector, las que germinaron aquella rama dando lugar al imponente roble, símbolo de amor eterno, que no has de dejar de visitar cuando llegues al pueblo de Codesal.

(Esta leyenda está recogida y versionada en romance en el libro “Memorias y Leyendas” de Argimiro Crespo Pérez. Por la belleza de sus imágenes y la sensibilidad que destila os recomendamos vivamente su



                                          

3 comentarios:

  1. Una historia hermosa, pero muy triste.
    Un abrazo.

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  2. Hermosa y triste historia, de amor se muere, eso digo en mi entrada y tu historia lo demuestra, me ha llegado muy hondo y me he emocionado al leerla.
    Besos, te deseo una feliz semana.

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  3. Triste y hermosa historia de amor entre árboles.
    Abrazos

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